Lo primero es un homenaje a Augusto Monterroso: cuando Zapatero despertó, el consenso no estaba allí.
La decisión de Zapatero es algo inaudito. Un gobernante que ha hecho del consenso una bandera toma el camino de en medio y se lanza, imprudentemente, a ampliar dos años la edad de jubilación. Sin la menor consulta, sin el menor susurro, sin la menor insinuación por su parte. Primera afrenta: los sindicatos y la oposición se enteraron por los medios de comunicación. Segunda afrenta, Zapatero deja en situación precariamente agallumbada al ministro Corbacho y, mirándose en el espejo, exclamó: “MAFO, ¿hay alguien más guapo que yo?”. Los aplausos de las tribus de estribor se disfrazaron de noviembre para no infundir sospechas. Pero Zapatero no hará como Augusto Bebel, el dirigente socialista alemán, que al ser aplaudido por la derecha en el Bundestag, exclamó a continuación: “Viejo Bebel, cuando la derecha te aplaude, pregúntate qué tontería has dicho”.
Pero, además, es el caso que podría abrirse una profunda desconfianza entre los sindicatos y Zapatero con relación a las negociaciones que están en curso. Porque aparece con nitidez si estamos ante un gobernante que improvisa o que sigue a ciegas los dictados de MAFO y sus hermanos, primos y demás familiares. Sería una grieta no irrelevante porque, además, la medida es (indirectamente) una reforma del mercado laboral. Y para dicha reforma están convocados los sindicatos y las organizaciones empresariales. O sea, en vísperas de tales negociaciones, Merlín se saca autoritariamente un conejo de su chistera. Por lo demás, quien se ha llenado la boca de consenso rompe abruptamente –repito, en vísperas de negociaciones-- el estilo que cuajó en el Pacto de Toledo. De manera que, se mire por donde se mire, la alcaldada ha sido superlativa. Así pues, se entiende perfectamente el malhumor de Toxo que, como es su costumbre, no ha ido con paños calientes.
Retomo lo dicho anteriormente: el planteamiento de Zapatero representa, en el fondo, una (mala) reforma del mercado de trabajo y, en esas condiciones, se convertiría en la función central de la apariencia de negociaciones que pudieran abrirse, pues el resto de los temas serían meras variables de una decisión tomada tan unilateral como autoritariamente. Digo apariencia porque las cartas ya van marcadas en esa partida desigual que, en esas condiciones, es un premio a la CEOE. Así las cosas, nos encontraríamos con la paradoja de que se premia a quienes han incordiado lo suyo y se fustiga a los sujetos que han apostado por negociar. Todo un giro copernicano de Don Talante. Zapatero, de te fábula narratur.
(*) MAFO: Miguel Ángel Fernández Ordoñez, actual gobernador do Banco de España.
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