El próximo mes de marzo, transcurrido un año desde las elecciones que devolvieron el poder al PP, tendrá lugar el debate de política general en el Parlamento de Galicia. Es la primera vez que Núñez Feijóo interviene en dicho debate como presidente de la Xunta, y es también la primera ocasión en los últimos años que los dirigentes del Partido Socialista y del BNG lo hacen desde la oposición.
A todos se les debe exigir mucho. A Feijóo que, superando definitivamente su insoportable electoralismo, explique con rigor la gestión realizada durante los meses de su mandato y que explicite los ejes políticos que dan coherencia a una acción de gobierno. A los dirigentes socialistas y nacionalistas que acrediten que existe una verdadera alternativa de gobierno.
Naturalmente, nadie espera que en tan breve período de tiempo un Gobierno pueda modificar radicalmente la situación política y socio-económica del país. Ahora bien, el debate debe servir para demostrar si se avanza, aunque sea lentamente, en la dirección adecuada.
No parece que tal cosa esté sucediendo. En abierto contraste con las exigentes respuestas que demandaba de Touriño, Núñez Feijóo ha sido incapaz de diseñar un proyecto económico coherente y ha renunciado a utilizar las competencias e instrumentos de que dispone para afrontar la crisis y el paro. Al parecer, el principal problema del país, como justamente denunciaba Feijóo cuando era oposición, ha desaparecido de la agenda política del Gobierno. En vez de esforzarse por conseguir un amplio acuerdo político y social para paliar la crisis, el presidente de la Xunta ha dinamitado los consensos políticos existentes, ha alimentado el enfrentamiento y la división en la sociedad y ha provocado la mayor contestación social que ha conocido un Gobierno en el primer año de su mandato. Una trayectoria marcada por la altanería y la soberbia que ha proyectado la exacta dimensión de la figura de Feijóo: la de un gobernante insignificante que, en palabras de Churchill, sólo tendría motivos para ser modesto.
Si tomamos como referencia la situación en la que se encuentran los pilares básicos del Estado del bienestar, la preocupación no desaparecerá. La Xunta parece decidida a deteriorar los logros históricos que, conquistados a través de un largo proceso civilizador, configuran hoy nuestro estilo de vida. En sanidad asistimos a un proceso de creciente externalización y privatización de recursos y la provisión de servicios sanitarios, y las restricciones presupuestarias han contribuido a que el tiempo medio de demora en las listas de espera quirúrgicas haya aumentado el último año un 14%, y el de las consultas y pruebas diagnósticas, un 6%. En educación, la Xunta impulsa conscientemente una polarización educativa, de manera tal que la población de rentas más altas envía a sus hijos a la escuela privada y la población con rentas inferiores lo hace a la escuela pública. Conviene resaltar además que las escuelas privadas concertadas no son en realidad gratuitas, seleccionan a los alumnos, excluyen a los hijos de los inmigrantes y no están integradas de hecho en el sistema público. Este proceso está reforzando el carácter dual de nuestro sistema educativo no universitario y ha provocado la existencia de patrones desiguales de fracaso escolar entre los diferentes grupos sociales.
No mucho mejor es la calidad de nuestra democracia. Un Parlamento que en vez de ser potenciado como la institución central del sistema es relegado a un segundo plano, una Administración carente de transparencia, o unos medios de comunicación públicos que no respetan el pluralismo político y social y no practican la veracidad informativa, tal como en su día puso de manifiesto el informe del Valedor do Pobo ante el Parlamento, son hechos que no nos avalan precisamente como un paradigma democrático. Finalmente, este corto período de tiempo ha sido suficiente para demostrar que Feijóo ha transformado a la Xunta en una simple sucursal de la dirección estatal de su partido y ha subordinado siempre los intereses de Galicia a la estrategia general del PP.
Ante semejante panorama, el debate debe servir también para saber si la oposición es capaz de presentar las ideas fuerza de una alternativa creíble, o si, por el contrario, sigue instalada en el desconcierto en que quedó sumida tras su inesperada derrota electoral de hace un año. Conviene estar atentos.
ANXO GUERREIRO
elpaís.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario